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Entradas

Mostrando las entradas de mayo, 2014

Décima cuarta entrada

2:20  Él de pantuflas, ella de pijama, a las cinco de la tarde. Tomados de la mano van a la cocina de paredes anaranjadas con verduras desagradables haciendo juego con lo nublado del cielo. Todo es un desastre, hot-cakes de hace cuatro días medio escondidos en una bolsa, la pila de trastes rebasa el lavadero en un equilibrio casi tan peligroso como de acróbata a treinta metros de altura, infomerciales escuchándose a lo lejos. Esculca ella la alacena en busca de más comida chatarra, encuentra palomitas con mantequilla para microondas.

Décima tercer entrada

Oh, mañanas lluviosas en domingo que fueron hechas para despertar empiernados, con la sensación extraña de confusión porque la luz que se filtra por las gruesas cortinas simula ser de tarde. Así por todo el día, el tiempo es pesado y viscoso, la gravedad hace mejor su trabajo, sobre todo en las caras, que las alarga como perro bulldog. Todos babean y bizquean. Qué mejor para acompañar estas mañanas que café en termo, calcetines gruesos de dinosaurios morados, los lunares de su rostro, sus labios húmedos y perfectos; capítulos perdidos de caricaturas infantiles desprovistas de sonido, auriculares, rock indie. 

Divagación 09:42

Hielo. Frío. Puedo pensar en eso y me da menos calor. Estúpido salón pequeño. Es desalentador estar con mucha gente sentada, con un profesor en su pizarrón y su tiza. Parece una eternidad cuatro horas así, aunque he escuchado de peores situaciones, mi perspectiva es ésta.

Divagación 13:45

Ese olor de su cabello por la mañana me mata. Despertar sin quejarme sólo para llegar a ese momento donde nos abrazamos y su cabeza descansa en mi pecho. En serio, por muy poco que duerma no me vence el sueño antes del amanecer porque sé que voy a verla, sentirla cerca y, con un poco de suerte, besarla. "Llegué antes" me dice.

Duodécima entrada

Colchón viejo y firme, incómodo como ningún otro, te odio. Te odio por tu terquedad que lastima mi descanso, lo vuelves tan insoportable que todas las noches añoro cualquier habitación de hotel con almohadas de malvavisco. Eres despreciable, completamente despreciable. Te esculpo, insulto, pateo, pellizco, me pedorreo sobre ti y no lo notas; sigues tan indiferente reposando sobre tu base de madera que me das asco. ¡Ódiame como yo a ti!