Bajando del colectivo crucé la calle y entré a la tienda de autoservicio. Voltee a la derecha y, sin esperármelo, vi su nombre impreso en la lata de refresco. Al tomarla del estante, aún más inesperado, Monitor estaba sonando. La música provenía de no sé dónde, pero sonaba y yo tenía la lata en mi mano. Y sonreí.
Somos quienes escriben cuando no nos ven.
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