Ir al contenido principal

Vigésima segunda entrada

Día y sonrisa

Martes. Otro día más. O no. Por más que quiera creerme ese cuento sé que no será así, en especial entre él y yo. Por alguna extraña razón, mi sonrisa nocturna no ha desaparecido. 


Mi horario se alarga hasta tarde, pero tengo un rato libre para comer. Cuando es tiempo, salgo del edificio y lo veo, allí está, otra vez, escondido detrás de una columna. Sé que me espera porque sólo ve la puerta y busca entre la gente. Respiro y camino sonriendo hacia él. La sonrisa en su rostro también aparece.

—¿Qué tal tu día? Sí estudiaste, ¿verdad?— comenta él.

Y nos reímos. Hace tanto que no era así. Me aguanto las ganas de besarlo y abrazarlo, sin embargo, él lo único que hace es buscar la oportunidad de abrazarme y besarme. Lo odio por probar mi resistencia y lo amo cuando hace eso. Lo miro a los ojos.

—¿Qué?— pregunta él.

Ay, querido, preguntas como si no hubiese pasado nada.

—Uy, ¿no puedo mirarte? Lo siento pero tú tienes la culpa de tener esos ojos tan lindos.

Maldición. No debí haber dicho eso.

Entonces, mira mis pestañas, mi nariz, mis labios. Un beso, dos besos, tres besos.

—Te amo—le susurro a mitad de un suspiro. Me rindo ante sus encantos de nuevo.
—Te amo más, mi pequeña—dice él.
—Tengo que volver. ¿Hablamos después?
—Claro. Hasta en la noche.
—Hasta en la noche. Te amo.
—Te amo más.

Tres palabras que hicieron mi día y mi sonrisa.

Agradecimientos especiales a una joven, que prefiere mantenerse anónima, por la edición de esta entrada.

Comentarios