Entonces llegó un policía barrigón, parecido a otro con el que había divagado antes, a decir algo ininteligible, mas con ese enfado en el rostro qué ganas me iban a entrar de pronunciar disculpe ¿qué dijo? Bah, caminé a la salida. La exposición terminaba con maletas recuperadas de antiguas estaciones y pensé en la increíble desventura y fortuna de quienes fueron los propietarios de éstas. Me vino a la mente la imagen de los afligidos viajeros que nunca encontraron su equipaje, que ni idea hubieran tenido que un común divagador poco más o poco menos de 50 años después del extravío las estaría observando riéndose por la nariz porque fantasear con gritarle a Lupe (quién sabe por qué alguien con ese nombre perdió la valija con la que viajaba hace medio siglo) que la petaca de doña Chana fue a dar al museo le causa gracia.
Somos quienes escriben cuando no nos ven.