Está lloviendo y las gotas en la ventana trasera de la camioneta hacen su carrera descendiendo cuando despierto. Éstas se dejan contemplar una hora o nueve años hasta que no aparecen más pedacitos de agua. El maletero, mi dormitorio temporal, atiborrado de cobijas de lana, me parece más la guarida de un ser al que le gusta coleccionar viniles tan hechos mierda que sería absurdo intentar ponerlos en el tocadiscos, si tuviese uno.
Somos quienes escriben cuando no nos ven.