"La curiosidad mata al gato". Me lo he estado repitiendo bastante desde aquel día. Ese mismo día donde me di cuenta que no había más remedio sino esperar sentado en la banca de un jardín que florecerá tarde o temprano. —Dios, ojalá esté aquí cuando el jardín florezca. Imagina cuántos frutos puede dar, y su variedad...—me lo digo mientras suspiro e imagino su paisaje lleno de colores. Como un arcoiris de dulzura y amargura de los frutos que brotarán. Quizá, sólo quizá, deba dejar toda la fantasía y poner los pies en la tierra. Sería saludable, o sólo parecería saludable. No puedo dejar de pensar en todo y en nada estando sentado en el marco de esta ventana.
Somos quienes escriben cuando no nos ven.