Ni era tan tarde, ni tenía sueño. Abrí la ventana despacio. Ya sabes, por eso de que rechina como si hicieras fricción con un cuchillo y un tenedor. Además están los 10 años de antigüedad, pero, según recuerdo, desde siempre han sido así. Primero me senté en el borde. Aún no era suficiente. Iba a hacerlo. Me volteé y bajé, quedando colgado, y con la punta del pie izquierdo pisé ese especie de techo que está sobre la pecera vacía, los renos que colocamos en el patio delantero en Navidad y la parrilla. Avancé en cuclillas por temor a ser visto hasta recostarme.
Somos quienes escriben cuando no nos ven.